lunes, 7 de diciembre de 2020

EL SUBTERRANEO

 EL SUBTERRANEO

Por M. Magdalena Sabella

Ilustración de Natalia Leticia Szücs



Todos los días viajo en subte hasta el trabajo. Me subo en la estación Perú, en el andén de trenes que van hacia Primera Junta, bueno ahora desde que extendieron la línea A debería decir hacia San Pedrito. Me bajo en Rio de Janeiro. Podría ser un viaje larguísimo si fuera desde el país de Perú hasta la ciudad de Rio pero es solo un viaje entre estaciones, son exactamente diez, entre la estación Perú y la estación Rio de Janeiro.

Esta mañana baje rápido las escaleras porque escuche que llegaba una formación. Pasé el molinete como un rayo y me subí en el vagón que tenía adelante. Otras veces elijo, nunca el primero ni el último, porque dicen que son más inseguros en un accidente, pero elijo de acuerdo a la cantidad de pasajeros, ni muy lleno para no viajar parada, ni muy vacío porque prefiero viajar acompañada. Ese día solo elegí subir al tren.

Detrás de mí se cerraron las puertas, con ese golpe seco, fuerte, ese golpe claro que preanuncia el inicio del movimiento. Y el movimiento empezó, primero lento, luego acelerando hasta alcanzar su velocidad media. Tuve una sensación rara entonces, pensé que estábamos yendo en sentido inverso, si salí de Perú hacia San Pedrito la próxima estación tenía que ser Piedras. Me pregunté si habría bajado en el andén equivocado, pero era raro, todos los días subo al tren en la misma estación, como podría haberme equivocado. Decidí que, puesto que el tren ya había arrancado, no tenía más opciones que esperar hasta la próxima estación para aclarar mis dudas.

En la siguiente estación se veía claramente el cartel de chapa blanca con las letras en imprenta mayúscula azul que formaban la palabra PIEDRAS. Estaba viajando en el sentido correcto, lo extraño fue que el subte no se detuvo en esa estación. A veces pasa, me dije. También pensé que esto podía ser una ventaja para mí y ya que estaba apurada esto podría hacer una diferencia de dos o tres minutos en el horario de llegada a mi destino.

El subte siguió avanzando en la misma dirección pero tampoco se detuvo en la siguiente estación. Eso era muy curioso, dos estaciones seguidas y el subte no había disminuido su velocidad en ninguna. Muy por el contrario parecía que estaba aumentando su velocidad. 

Todavía quedaban varias estaciones hasta mi destino. Mientras el subte avanzaba a toda velocidad y dejaba atrás las siguientes estaciones, empecé a observar los rostros de los demás pasajeros. Todos parecían sumidos en sus propios pensamientos. Estaba el que escuchaba música con auriculares, el que leía, la que miraba su reflejo en el vidrio de la puerta, el que dormía, había varios que miraban al piso. 

        Ya estábamos a la altura de PLAZA MISERERE.  Aunque el tren no se detuvo llegué a ver en el andén una madre que lidiaba con sus hijos, una chica que miraba el plano de las estaciones, alguien que enviaba mensajes por celular en fin, a nadie parecía preocuparle la ausencia de detención del tren.

Las estaciones seguían sucediéndose y el subte no se detenía. Empecé a pensar que nunca iría a detenerse, que el viaje continuaría hasta el centro de la tierra, que podría estar eternamente allí, sentada, entre el señor de traje gris y la chica de guardapolvo blanco. Podría haber intentado un dialogo con alguien, al menos haber preguntado a la señora mayor con cara de abuela que pensaba hacer ella si el subte no se detenía, pero no lo hice. Me quede sentada, como petrificada, esperando que en la próxima estación, al fin el tren se detuviera.

        Aun estábamos entre estaciones conocidas para mí. Pero el tren no se detuvo en ninguna de ellas. ¿Por qué no se detenía? ¿Estaban probando su velocidad máxima? ¿Querían estrenar sus frenos a máxima velocidad? ¿Era un ataque terrorista? ¿Íbamos a colisionar con otra formación? ¿Por qué a ningún pasajero parecía preocuparle la situación?

        Pasaron las estaciones de CARABOBO Y SAN JOSE DE FLORES. La próxima era la última, SAN PEDRITO. Recorrí el vagón con la mirada desesperada, encontré el lugar donde estaban los frenos de emergencia. Había un chico musculoso al lado, él podría ayudarme, había que detener el tren, era nuestra última oportunidad.

        Me acerqué a él, lo miré a los ojos. Él me miró también. Parecía desorientado. Él habló primero y yo escuché, entre el ruido de las ruedas al rozar con las vías dijo: Me tomé este directo a San Pedrito y ahora no sé cómo hacer para combinar con la línea B, ¿tenés idea?

        No le contesté. Me quedé helada. ¿Directo?,  me pregunté… el tren que imaginé que viajaba al infinito ¿era solamente un tren directo? No le respondí. Volví a mi asiento para realizar con el mismo tren el camino inverso que me llevara a la estación de RIO DE JANEIRO. Ya no estaba el señor del traje gris ni la chica de guardapolvo blanco. Todos los pasajeros habían descendido. 

        Dos vendedores ambulantes subieron. Las puertas se iban cerrando cuando alcance a oír lo que comentaba uno: “no pude vender mucho, con esto del directo, Perú-San Pedrito,  San Pedrito-Perú me arruinaron las ventas”. Otra vez atrapada en el tren, pero esta vez, en sentido inverso.


7 comentarios:

  1. Magui. Me gustó ...me metí en la historia...me desesperé ...y volví a la tranquilizarme cuando llegué con el personaje a saber qué sólo era un directo...qué bien nos vendría los de Floresta...
    Beso Gaby

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  2. Muy bueno Magda!!....sentí la desesperación de que los frenos no funcionaran!!....cosas que pasan, me sentí identificada por ser un poco despistada jaja ����

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  3. Ya cruzaste Magda a otras franjas etarias, la adolescente y adulta que pueden percibir mejor la preocupación o el miedo ante un viaje diferente...Muy interesante!

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  4. Me encantó Magda, confieso que mientras leía pensaba que la protagonista del cuento estaba soñando y despertaría justo en la estación Río de Janeiro,en verdad ese viaje de ida y vuelta sin bajar de la formación también me trajo recuerdos muy lejanos de alguna "rata" a la escuela sin un peso para tomar un café, una "rata" con amigas haciendo el mismo recorrido, dos o tres veces. Hoy lo pienso y me parece muy loco pero a pesar del tedio por la repetición,no paramos de reir en todo el viaje. Gracias por este interesante relato y por los recuerdos que despertó en mí. Un beso

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