Por M. Magdalena Sabella
La mordida de un niño pequeño es una situación que atrae instantáneamente la mirada de los adultos provocando toda clase de interpretaciones, consejos, comentarios, e incluso “recetas” para evitar esa conducta, a veces duramente juzgada. Se trata de un evento frecuente que resulta preocupante para las familias. La explicación de las mordidas en los niños depende de su edad, así como de las circunstancias en las que suceden.
Durante la primera infancia, cuando se trata de mordidas de bebés o antes de los dos años de vida, esto tiene relación con su desarrollo y crecimiento. En muchas ocasiones, la mordida es el reflejo de buscar el alivio a las molestias producidas por la salida de los dientes.
Tengamos en cuenta también que a esta edad la exploración del medio se da a través de la boca; es así como conocen texturas, formas y temperaturas de objetos y juguetes, por este motivo la causa de las mordidas puede ser una reacción ante su curiosidad.
Por otra parte, es importante aclarar que los bebés no vinculan la mordida con el dolor ajeno, por lo que, incluso, puede significar una muestra de cariño.
A partir del primer año, las mordidas pueden ser utilizadas como una herramienta de comunicación para expresar enojo, frustración e incluso para llamar la atención. En ocasiones es utilizada como señal de dominio sobre otros niños.
Es común observar un aumento de las "mordidas" cuando los niños entran al jardín maternal. Esto se debe a que es la primera vez que se relacionan y conviven uno a uno con sus pares, y donde además tienen que compartir espacios, juguetes y sobre todo atención.
Durante esta etapa, los niños utilizan la mordida como una forma de comunicación no verbal, puesto que no han desarrollado completamente su lenguaje ni sus habilidades sociales
Algunos niños pueden convertir la mordida en un acto recurrente cuando se dan cuenta de que son capaces de llamar la atención o conseguir algún juguete u objeto.
La mordida puede aparecer también como reacción ante el estrés de una nueva situación, un cambio de rutina o incluso un problema en la interacción con los adultos. En estos últimos casos estaría expresando sentimientos de celos, ansiedad o angustia.
En esta edad es común que los niños muerdan cuando se encuentra en una situación frustrante, como una estrategia de autodefensa o solo por imitar a otros niños que muerden.
¿Cuál es la intervención frente a esta situación?
Desde el jardín, en primer lugar intervenimos explicando al niño que lo que hizo daña al otro y esto tiene sus consecuencias, como haberlo hecho llorar. Asimismo trabajamos en el fortalecimiento de sus habilidades de comunicación para que los niños no necesiten recurrir a la mordida y procuramos un óptimo desarrollo cognitivo para que puedan expresar sus sentimientos mediante palabras. Es necesario a su vez promover actividades tranquilizadoras y respeto a ciertos rituales que ayuden a evitarles situaciones de estrés. Por ultimo, intentamos procurarles actividades que impliquen desafíos pero que no resulten frustrantes.
¿Cómo acompañar desde casa?
Los niños necesitan estabilidad, estructura y rutina, son sensibles a los cambios en su ambiente, cuando hay modificaciones repentinas en su horario, alimentación o sueño, pueden sentirse estresados y más aún si los cambios son significativos (la llegada de un hermanito, una mudanza, etc.)
Asimismo, es importante observar en todo momento las interacciones que se generan entre los niños, algunas veces demasiada proximidad o una convivencia muy intensa puede provocar reacciones de defensa al reclamar el espacio propio.
Por ultimo hay que considerar otros factores ambientales que pueden resultar irritantes, por ejemplo sonidos estridentes, mucha gente o en general exceso de estímulos. Morder puede ser una forma de decir que necesitan descanso o que alguien está invadiendo su espacio. Es importante respetar las necesidades de cada niño, procurar transiciones amorosas y en todo momento brindarles un espacio tranquilo y una presencia confiable.
Como familia, debemos estar atentos a las necesidades fisiológicas o emocionales de nuestros pequeños, para evitar que lleguen a sentirse abrumados, desprotegidos o estresados. La clave es conocer al niño, brindarle un acompañamiento cercano, ayudarlo a reconocer sus sensaciones y mostrarle alternativas saludables para desahogarse sin lastimar a otros.